Fragmento de "Nudos", una novela
Un día lo cambiará todo. Un descuido, o más bien lo de siempre, pero esta vez ya sin ninguna paciencia de los mayores. A veces pasa, que una tarde salió agria o el cansancio de todo el día es como una lupa y ahí se rompe la vara de medir. Y si además se espera que todo sea perfecto y muy pulcro porque es viernes de esos con cena y visitas con apellido, que la abuela materna preparaba con conciencia y sabiduría antigua, la de siempre. El mantel que se guarda en la cómoda vuelto a planchar para quitarle los dobleces y que las puntillas de los bordes se alisen. La mesa puesta ya desde primera hora de la tarde, la vajilla con cenefa de motivos florales, el salero de cristal fino, ni muy lleno ni vacío, que así parece que se usa a menudo. Todo listo, la distancia entre plato y plato la correcta, las sillas cuadriculadas, la estancia en penumbra con la ventana entreabierta que ventile y los postigos echados que no caldeen. En la cocina, al otro lado del pasillo, en los cristales templa